miércoles, 17 de octubre de 2007

Rezar, ¿Cura o no cura?



Cuando hablamos de que la mente puede actuar en el mundo físico, el caso más "practicado" es sin duda, rezar por la sanación.


Adjunto dos notas al respecto, a ver que opinais:


Nuevas pruebas: Rezar Sana
Marianne Szegedy-maszak
Aunque toda su vida ha profesado la fe católica, Geri Stratman, residente de Omaha, Nebraska, de 75 años, no se considera particularmente devota; sin embargo, cuando un médico le diagnosticó linfoma de Hodgkin, un tipo de cáncer, de inmediato se puso a rezar. Pronto su familia también estaba orando por ella: sus cinco hijos, un hermano que es sacerdote y cuatro hermanas, de las cuales una es monja. Además, acudió a las Siervas de María, congregación de religiosas que se dedican a cuidar enfermos y a rezar por ellos, en especial por los que padecen cáncer. Cada mes, esta orden recibe una lista de nombres de entre 75 y 100 personas que necesitan que se ore por ellas. La hermana Jean Morrow, prio-ra provincial de la congregación en Omaha, explica: "En realidad, no es que los enfermos esperen un milagro en forma de una curación física. Más bien buscan obtener fortaleza y ánimo al saber que otras personas se preocupan por ellos y los apoyan con sus oraciones".
Geri Stratman sintió ese apoyo. ¿Tuvo algún efecto? "Estaba yo en un grupo de seis personas y todas teníamos algún tipo de cáncer", cuenta. "Soy la única que queda con vida y no sé por qué. En ocasiones me pregunto por qué sobreviví, si las demás tenían tanta fe y rezaron tanto como yo".
ésta es una de esas preguntas que quizá nunca nadie llegue a responder satisfactoriamente, pero seguimos intentándolo. Analizar y cuantificar los efectos de la oración sobre la salud se ha vuelto un prolífico campo de estudio científico (algunos lo llaman seudocientífico). Los investigadores están tratando de saber si la eficacia de la oración se puede evaluar de la misma manera que la de otros tratamientos. Para ello, han realizado estudios con personas enfermas: además de medicamentos y terapia, algunas reciben el beneficio de que se rece por ellas, mientras que otras que padecen la misma enfermedad reciben sólo el tratamiento habitual.
Uno de los primeros estudios se llevó a cabo en la unidad coronaria del Hospital General de San Francisco, California, en 1988. Los investigadores observaron que los pacientes por quienes rezaban otras personas tendían a recuperarse con menos complicaciones que los que recibían sólo el tratamiento habitual; además, esos enfermos necesitaron 80 por ciento menos antibióticos que los otros pacientes, y su riesgo de presentar inflamación pulmonar se redujo en 66 por ciento (vea el recuadro "El poder curativo de la oración").
Algunas personas cuestionan la validez científica de estos estudios y sus hallazgos, pero los resultados son tan asombrosos que el Centro Nacional de Medicina Complementaria y Alternativa de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos ha destinado 6.2 millones de dólares en dos años a la investigación del vínculo entre la salud y la oración, la espiritualidad y la meditación.
Los creyentes no dudan que rezar ayuda a sanar. Una encuesta reciente realizada por el Centro Nacional de Estadísticas sobre Salud de Estados Unidos reveló que 43 por ciento de la población adulta de ese país había orado por su propia salud a lo largo del año anterior, y que más de la mitad de los encuestados habían rezado por su salud en algún momento de su vida. Además, los cardiólogos afirman que 97 por ciento de sus pacientes imploran a Dios unas horas antes de someterse a una operación.
En una encuesta por Internet realizada en 2004 por la revista U. S. News y por Beliefnet, el principal sitio multirreligioso de la Red (beliefnet.com), 41 por ciento de los 5600 participantes dijeron que rezaban por su salud "todo el tiempo". De aquellos que oraban,
71 por ciento dijeron que lo hacían para curarse de cáncer, dolor crónico u otro padecimiento físico, y 65 por ciento para aliviarse de trastornos emocionales o mentales. Uno escribió: "Sufría depresión grave, y si no hubiera orado a fin de darme ánimos y fuerza para seguir adelante, no lo habría superado".
Otros participantes en la encuesta dijeron que rezar había obrado en ellos curaciones repentinas y sorprendentes. "Me iban a someter a una operación a corazón abierto para desobstruirme tres arterias", contó uno. "Mis amigos y parientes rezaron, y a la mañana siguiente el médico me dijo que tenía las arterias tan despejadas como las de un adolescente".
Alguien más refirió: "Mi hija se alivió de todas las secuelas de un nacimiento traumático que supuestamente le iban a quitar la vida o a dejarla con una discapacidad grave. Ahora goza de excelente salud".
La gente no sólo reza por la curación de otras personas. Entre los casi 63,000 círculos de oración que hay en Beliefnet, uno de los más populares incluye mascotas. Una mujer oró por un gallo al que un perro había atacado... y el ave sobrevivió.
En cuanto a las plegarias que no son escuchadas, casi 74 por ciento de los participantes en la encuesta señalaron que, en tales casos, no obtener respuesta es la voluntad de Dios. Más de 33 por ciento de las personas dijeron que el principal propósito de la oración es "acercarse a Dios"; 28 por ciento coincidieron en que el propósito es "buscar la guía de Dios", y 67 por ciento dijeron que en los últimos seis meses habían rezado todo el tiem-po para dar gracias a Dios.
El sentimiento de relación con un ser divino tiene efectos psicológicos profundos. Rezar puede reducir la ansiedad y la preocupación, proporcionar tranquilidad y despertar la solidaridad de la gente. También ayuda a modificar malas conductas, como han comprobado muchos alcohólicos y drogadictos en rehabilitación.
En síntesis, la oración tiene que ver con dominios de la conciencia que aún no hemos explorado; con lo que los creyentes llaman el alma, el espíritu o alguna otra parte inmaterial del ser humano. Resulta irrelevante si los rezos obtienen respuesta o no: para los creyentes, el verdadero poder de la oración jamás residirá allí.
El poder curativo de la oración
Aunque no existen pruebas absolutas de que rezar cura, muchos médicos citan casos de recuperación que no pueden atribuirse a otra causa. Se sabe que la fe y la espiritualidad reducen el estrés y estimulan el sistema inmunitario. “Al entrevistar a unos pacientes ancianos para un estudio”, dice Colleen McClain-Jacobson, investigadora de la Universidad Fordham de Nueva York, “observé que aquellos para quienes la religión había sido parte fundamental de su vida gozaban de mejor salud que los que eran ateos. Al parecer, hay una relación entre la fe y la función inmunitaria”.
• Un estudio de adultos mayores
realizado en 1997 por Harold Koenig, del Centro Médico de la Universidad Duke, reveló que los que asistían a oficios religiosos con regularidad corrían menor riesgo de tener una concentración alta de interleucina-6, proteína de la respuesta inmunitaria relacionada con factores inflamatorios, lo que indicaba un sistema inmunitario más sano que el de aquellos que no asistían. En otro estudio llevado a cabo un año después con 4000 adultos, Koenig observó que los que rezaban a diario y asistían a oficios religiosos todas las semanas eran menos propensos a la hipertensión que los que no oraban ni iban a la iglesia. Un estudio efectuado en 2004 por la Universidad de Iowa encontró un vínculo entre asistir a la iglesia y la longevidad.
• En un estudio efectuado en 2001 con mujeres que presentaban metástasis de cáncer mamario, S. E. Sephton, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Louisville, descubrió que las que consideraban importante la espiritualidad tenían un mayor recuento total de leucocitos y linfocitos que las que no, lo que indicaba un sistema inmunitario más fuerte.
• Un estudio de enfermos de sida realizado en 2002 mostró que los pacientes más religiosos presentaban una menor concentración de la hormona del estrés cortisol que los otros, y que la frecuencia con que rezaban se relacionaba de manera significativa con el tiempo de supervivencia.

http://www.selecciones.com.mx/content/21658/


Rezar no cura
María Valerio
Una fundación ha invertido más de 2,5 millones de dólares para llegar a esta conclusión
Los pacientes que sabían que estaban orando por ellos tenían incluso más complicaciones
Una fundación estadounidense dedicada al estudio de la espiritualidad se ha gastado nada menos que 2,5 millones de dólares en estudiar el poder curativo de la oración. Sus conclusiones no dejan lugar a duda: rezar por pacientes que están recuperándose de una operación no acelera ni favorece su recuperación.
Esta insólita investigación ha sido publicada esta semana en la revista 'American Heart Journal' y sus conclusiones aportan incluso un dato negativo acerca de la oración: aquellos pacientes que sabían que estaban rezando por ellos experimentaron más complicaciones que el resto, probablemente por una cuestión de estrés.
Aunque hace años que se debate sobre el papel beneficioso de la espiritualidad (en los últimos 10 años se han publicado hasta seis trabajos sobre el tema), éste es probablemente el intento más riguroso por comprobar el papel de los rezos ajenos en pacientes que se recuperaban de una operación cardiaca.
La Fundación John Templeton invirtió más de 2,5 millones de dólares en su empeño. Se seleccionó a 1.800 pacientes de seis hospitales diferentes que fueron divididos en tres grupos: dos por los que se rezó (en un caso sabiéndolo y en otro sólo indicándoles que era una posibilidad) y un tercero por el que nadie intercedió.
Los encargados de las plegarias fueron los integrantes de dos congregaciones católicas y una protestante a quienes los investigadores dieron total libertad, con la única condición de que las oraciones pidiesen "por una cirugía que tenga éxito, con una recuperación rápida y sin complicaciones". Los religiosos sólo conocían el nombre y la primera inicial de los participantes.
"¿Tan enfermo estoy?"
A los 30 días de la operación no se apreció ningún beneficio adicional atribuible a los rezos. Además, el 59% de quienes sabían que eran objeto de las rogativas experimentó algún tipo de complicación leve (frente al 51% de quienes no eran conscientes). Los autores sospechan que estas reacciones pueden tener algo que ver con el estrés y la ansiedad que provoca esta situación: "¿Estoy tan enfermo que tienen que rezar por mí?".
A pesar de los resultados, el director del trabajo, Herbert Benson, cardiólogo del Centro Médico Mente y Cuerpo, cerca de Boston (EEUU), asegura que "éstas no son las últimas palabras sobre el efecto intercesor de la oración". Mientras que otro de sus colegas, Charles Bethea, también cardiólogo y miembro del Centro Médico Baptista Integris, en Oklahoma, considera que en el futuro deberá seguir estudiándose si es bueno que los pacientes sepan o no que se está orando por ellos.
De hecho, los autores aseguran que es imposible saber cuánta gente más (familiares o amigos), rezaba al mismo tiempo por los pacientes, por lo que no se sabe quiénes de los 1.800 sujetos recibieron más preces que otros.
Los más escépticos con este tipo de investigaciones consideran que, como poco, se trata de un gasto de dinero inútil, que confiere categoría científica a poderes sobrenaturales. En el lado contrario, las voces de carácter más religioso coinciden con las primeras al asegurar que no se puede estudiar científicamente "algo que ocurre fuera del tiempo y del espacio". Como señala uno de los religiosos implicados en la experiencia: "Las personas que tienen fe no necesitan un estudio para ver que rezar funciona".
Sólo en EEUU, el gobierno se ha gastado 2,3 millones de dólares desde el año 2000 en estudiar el papel de la espiritualidad, mientras muchos se siguen preguntando si éste es un adecuado objeto de estudio científico.

domingo, 7 de octubre de 2007

¿Tiene nuestro cerebro la capacidad emergente de generar sincronicidades?

Veamos que dice Wikipedia sobre la emergencia, desde el punto de vista filosófico:

“La emergencia hace referencia a aquellas propiedades o procesos de un sistema no reducibles a las propiedades o procesos de sus partes constituyentes. El concepto de emergencia se relaciona estrechamente con los conceptos de autoorganización y superveniencia y se define en oposición a los conceptos de reduccionismo y dualismo. La mente, por ejemplo, es considerada por muchos como un fenómeno emergente ya que surge de la interacción distribuida entre diversos procesos neuronales (incluyendo también algunos corporales y del entorno) sin que pueda reducirse a ninguno de los componentes que participan en el proceso (ninguna de las neuronas por separado es consciente). El concepto de emergencia es muy discutido en ciencia y filosofía debido a su importancia para la fundamentación de las ciencias y las posibilidades de reducción entre las mismas. Resulta igualmente crucial dadas las consecuencias e implicaciones que tiene para la percepción misma del ser humano y su lugar en la naturaleza (los conceptos de libre albedrío, responsabilidad o consciencia dependen, en gran medida, de la posibilidad de la emergencia). El concepto de emergencia ha adquirido renovada fuerza a raíz del auge de las ciencias de la complejidad y juega un papel fundamental en la filosofía de la mente y la filosofía de la biología.”

Un ejemplo sencillo. Si junto en una caja silicio, plástico y algunos metales, no tendré más que un conjunto de elementos.

En cambio si con ellos creo un equipo de radio, “un sistema”, ese equipo de radio tendrá, como capacidad emergente poder transmitir y recibir ondas electromagnéticas y transformarlas en un sonido que podemos escuchar.

Pues bien, ¿qué nos impide pensar que nuestro cerebro pueda estar en “sintonía” con el universo, simplemente porque esa capacidad es una propiedad emergente del mismo cerebro?

No es descabellado. De hecho, nuestro cerebro está formado de lo mismo que todo el universo, eso que se llama “energía” y por lo tanto, bien puede generar, compartir y recibir información del mismo.

Pero nosotros no sólo somos la radio, también somos quien habla y escucha esa radio.

Por ejemplo, supongamos que soy un bombero en medio de un incendio forestal y a los minutos llega un hidroavión que derrama sobre el fuego su carga y lo apaga.

Esto podría ser visto de varias formas:

  • Podría decir, que casualidad que justo pasaba por aquí un hidroavión.
  • Podría decir, esto no puede ser casual, para mi esto es una sincronicidad, justo cuando necesitaba un hidroavión aparentemente sin causa apareció uno.
  • Pero también podría haber ocurrido que mi traje de bombero tuviera un mecanismo automático que al superar un determinado nivel de temperatura generara una señal de alarma por radio (y entonces, en realidad fui yo el que generó, sin saberlo, esta sincronicidad).
  • O, y esta es la que más me gusta, fui yo el que encendí la radio y pidió ayuda. En esta metáfora, esto último es lo que creo que ocurre cuando meditamos.

Aunque la ayuda podría haber sido, en vez de un hidroavión, una cuerpo de bomberos terrestre o una lluvia (nunca sabemos cual va ser la respuesta a nuestra “solicitud”), ha habido una respuesta.


Millones de personas creen en el poder de la oración, quizás porque ven que les funciona (o quizás porque simplemente se sienten mejor al pensar que van a tener respuesta a sus plegarias y todo este blog no tenga el menor sentido), que en el fondo, es una forma de meditar para que las cosas ocurran.

Me voy a tomar la merienda.

¿Hasta que punto nuestra mente ser rige por los conceptos de la física cuántica?

Desde que Fritjof Capra publicó en 1975 su brillante libro El Tao de la física, en el cual hace un paralelismo entre la física quántica y las distintas filosofias orientales (Budismo, Hinduismo), es muy fácil caer en la tentación de hacer un paralelismo directo entre los fenómenos de nuestra conciencia y el “comportamiento” de las partículas elementales.

Después de todo el recurso del isomorfismo, es ampliamente utilizado en las ciencias, sobre todo las matemáticas. Es decir, si definimos una estructura, llamémosle estructura A, y otra estructura, llamémosle B, si probamos que A es isomorfa (tiene la misma forma) con B, todo lo que sea válido para A será válido para B.

El problema que nos ocupa, tratar de entender la sincronicidad, pasaría entonces por definirnos a nosotros mismos como una estructura (llamémosle también organismo o sistema), definir a las partículas elementales subatómicas como la otra estructura y probar que de alguna manera son equivalentes, entonces, todo aquello que se sabe del comportamiento de una de estas estructuras sería válido para la otra.

El problema es que no conocemos como funcionamos nosotros (me refiero a nosotros como los seres humanos o si se quiere, nuestro cerebro, como órgano físico donde se asienta nuestra consciencia), no conocemos como funciona el mundo físico (las teorías describen y predicen la probabilidad de que los fenómenos ocurran, pero no explican cómo o porqué ocurren) y por sobre todo, las teorías de las partículas elementales tienen sentido cuando hablamos de magnitudes del orden atómico, por lo tanto, no es correcto, sin más, inferir que son válidas para nuestra experiencia diaria que se desarrolla en el mundo macroscópico.

Para ponerlo en una metáfora, es como si tuviéramos sólo algunas partes de 2 fotos y encima borrosas y tratáramos de decir que ambas fotos son imágenes de lo mismo.

Aparentemente, parece imposible demostrar esta equivalencia y seguramente los sea, pero así es la búsqueda del conocimiento.

Es más, ¿qué puede hacer un lego como yo que no es ni un monje budista entrenado en la meditación, lo más cercano a tener un conocimiento de “primera mano” en experimentar el universo desde nuestra conciencia, ni un físico con conocimientos sobre mecánica cuántica para avanzar en esta búsqueda?

Pues lo que hago, leer, compartir lo que leo, debatir, tratar de experimentar y aprender en la medida en que pueda.

Por ejemplo, creo que la capacidad que tenemos de “sintonizarnos” con el universo, y entonces nuestra capacidad de “generar” sincronicidades (dejo para otra nota la discusión de si las sicnronicidades las percibimos o las generamos) es una capacidad emergente nuestra, como sistema que somos.

Pero ese tema lo dejo para la siguiente nota.