domingo, 7 de octubre de 2007

¿Tiene nuestro cerebro la capacidad emergente de generar sincronicidades?

Veamos que dice Wikipedia sobre la emergencia, desde el punto de vista filosófico:

“La emergencia hace referencia a aquellas propiedades o procesos de un sistema no reducibles a las propiedades o procesos de sus partes constituyentes. El concepto de emergencia se relaciona estrechamente con los conceptos de autoorganización y superveniencia y se define en oposición a los conceptos de reduccionismo y dualismo. La mente, por ejemplo, es considerada por muchos como un fenómeno emergente ya que surge de la interacción distribuida entre diversos procesos neuronales (incluyendo también algunos corporales y del entorno) sin que pueda reducirse a ninguno de los componentes que participan en el proceso (ninguna de las neuronas por separado es consciente). El concepto de emergencia es muy discutido en ciencia y filosofía debido a su importancia para la fundamentación de las ciencias y las posibilidades de reducción entre las mismas. Resulta igualmente crucial dadas las consecuencias e implicaciones que tiene para la percepción misma del ser humano y su lugar en la naturaleza (los conceptos de libre albedrío, responsabilidad o consciencia dependen, en gran medida, de la posibilidad de la emergencia). El concepto de emergencia ha adquirido renovada fuerza a raíz del auge de las ciencias de la complejidad y juega un papel fundamental en la filosofía de la mente y la filosofía de la biología.”

Un ejemplo sencillo. Si junto en una caja silicio, plástico y algunos metales, no tendré más que un conjunto de elementos.

En cambio si con ellos creo un equipo de radio, “un sistema”, ese equipo de radio tendrá, como capacidad emergente poder transmitir y recibir ondas electromagnéticas y transformarlas en un sonido que podemos escuchar.

Pues bien, ¿qué nos impide pensar que nuestro cerebro pueda estar en “sintonía” con el universo, simplemente porque esa capacidad es una propiedad emergente del mismo cerebro?

No es descabellado. De hecho, nuestro cerebro está formado de lo mismo que todo el universo, eso que se llama “energía” y por lo tanto, bien puede generar, compartir y recibir información del mismo.

Pero nosotros no sólo somos la radio, también somos quien habla y escucha esa radio.

Por ejemplo, supongamos que soy un bombero en medio de un incendio forestal y a los minutos llega un hidroavión que derrama sobre el fuego su carga y lo apaga.

Esto podría ser visto de varias formas:

  • Podría decir, que casualidad que justo pasaba por aquí un hidroavión.
  • Podría decir, esto no puede ser casual, para mi esto es una sincronicidad, justo cuando necesitaba un hidroavión aparentemente sin causa apareció uno.
  • Pero también podría haber ocurrido que mi traje de bombero tuviera un mecanismo automático que al superar un determinado nivel de temperatura generara una señal de alarma por radio (y entonces, en realidad fui yo el que generó, sin saberlo, esta sincronicidad).
  • O, y esta es la que más me gusta, fui yo el que encendí la radio y pidió ayuda. En esta metáfora, esto último es lo que creo que ocurre cuando meditamos.

Aunque la ayuda podría haber sido, en vez de un hidroavión, una cuerpo de bomberos terrestre o una lluvia (nunca sabemos cual va ser la respuesta a nuestra “solicitud”), ha habido una respuesta.


Millones de personas creen en el poder de la oración, quizás porque ven que les funciona (o quizás porque simplemente se sienten mejor al pensar que van a tener respuesta a sus plegarias y todo este blog no tenga el menor sentido), que en el fondo, es una forma de meditar para que las cosas ocurran.

Me voy a tomar la merienda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nada nos impide "pensar que nuestro cerebro pueda estar en “sintonía” con el universo", pero eso no hace cierto lo que dices...
capacidad es una propiedad

No será descabellado, pero habría que demostrar que nuestro cerebro "
bien puede generar, compartir y recibir información del mismo universo." Sino no sirve de mucho...

Un saludo

Anónimo dijo...

http://es.wikipedia.org/wiki/Apofenia